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El estrés es el proceso de interacción entre el individuo y su entorno, que se produce cuando una persona evalúa determinadas situaciones ambientales como amenazantes o desbordantes de sus recursos, poniendo en peligro su bienestar. Este proceso se fija en determinadas emociones en función de determinados factores personales y, especialmente, del carácter de las demandas o situaciones estresantes que se presentan en la vida, de los motivos centrales del individuo, de su autovaloración y autoestima y de sus recursos y estrategias para enfrentar estas demandas, que se desarrollan a lo largo de la vida. Por tanto, estos factores se forman y modifican, es decir, son controlables.
El estrés es parte de la vida, no siempre es dañino para la salud, ni se le puede confundir con las enfermedades. Ayuda, en muchas ocasiones, a movilizarnos para obtener las metas que deseamos. Este es el estrés positivo, conocido como eutrés, que nos permite experimentar emociones gratificantes, enriquecedoras de nuestra vida espiritual y promotoras de calidad de vida y bienestar.
Sin embargo, el estrés perjudicial o distrés, que se fija en emociones negativas, como el miedo, la ansiedad, la ira o la depresión, puede obstaculizar nuestro funcionamiento personal, familiar, laboral y/o social e impactar en el sistema neuroendocrino e inmunológico, provocando con el tiempo disturbios y enfermedades. Este tipo de estrés es el que debemos aprender a controlar.
Cuando ignoramos el estrés, el cuerpo y la mente se encargan de recordárnoslo, con diferentes señales iniciales de alarma: palmas sudorosas, manos y pies fríos, músculos endurecidos, estómago y funcionamiento digestivo perturbado, respiración rápida, latidos cardíacos acelerados, etc.
Las creencias de las personas, formadas individualmente a lo largo de la vida o compartidas por influencias sociales y culturales, tienen mucha importancia a la hora de explicar y controlar el estrés. Así, las expectativas acerca de las situaciones que pueden ocurrir en la vida (“mente positiva o negativa”), la percepción de controlabilidad que tenga cada persona de esas situaciones (si puede o no controlarlas, y en dependencia de qué) y determinados estereotipos o prejuicios socialmente acuñados (por ej., la creencia de que “del cáncer no hay quien se salve”), pueden generar distrés, con sus emociones resultantes, y afectar el sistema inmunitario y neuroendocrino.
18 CONSEJOS ÚTILES PARA EL CONTROL DEL ESTRES
- Escucha las señales del cuerpo y dedícale algún tiempo (masajes, baños agradables, yoga, gimnasia, ejercicios físicos deseados, etc.)
- Relájate con regularidad, disfrutando del trabajo. Practica el juego de “30 cosas que me gustaría hacer” (elige las 5 del listado que deseas hacer más a menudo y practícalas con alguien
- Práctica aseveraciones positivas, en lenguaje silencioso, para tí mismo: disfruta de las cosas de la vida, las buenas y las malas, las grandes y las pequeñas o detalles.
- Ajusta tus exigencias. Clarifica, jerarquiza y reagrupa tus problemas, identificando bien aquellos que tú mismo te proporcionas (juego de las “cajas”)
- Identifica siempre el objetivo global de tu quehacer y encauza los objetivos parciales en función del primero. Considéralos de forma realista y flexible, evalúa constantemente su cumplimiento. Deja espacio en tu agenda para cosas imprevisibles.
- No temas excesivamente a las decisiones equivocadas, siempre podrás cambiarlas...
- Mide tu noción de tiempo (ejercicios de estimación), planifícate el tiempo de forma realista, registra lo que has logrado hacer y date ánimos
- Identifica tus inseguridades, tus “puntos débiles o vulnerables”. Y pide ayuda...
- Asume sólo las responsabilidades que puedas cumplir y aprende a delegar, evita llevarte trabajo para la casa, pide apoyo y devuelve las pelotas que te pasen.
- Experimenta nuevas ideas, de forma creativa, desarrolla tu seguridad interior para vivir en cambio permanente. No pongas freno a tus ideas ni se los pongas a los demás.
- Pon límite moderado a tu accesibilidad, aprende a disponer de tiempo para tus cosas.
- Precisa el precio que tienes que pagar por hacer algo concreto, te guste o no. Repasa y reflexiona lo bueno y lo malo de cualquier cosa (lista de “10 ventajas y 10 desventajas”)
- Aprende a decir “no” cuando sea imprescindible, decide sobre ti mismo. Mantén tu derecho a cambiar de opinión y hazlo ver a los demás. Aprende a decir “no sé”...
- Establece contacto con la naturaleza, bebe mucha agua y ponla accesible. Evita los estimulantes sin despreciarte cuando alguna vez los consumes.
- Intenta sacar un tiempo de vez en cuando en el que puedas estar solo, descansar y hacer lo que tú quieras
- Pídele a alguien que te ayude a ver cómo tú trabajas o haces algo, y que se entrometa para luego aconsejarte.
- Utiliza técnicas cognitivas y de control mental (visualizaciones e imágenes interiores, técnicas de la “escoba”, la “goma de borrar”, o de “limpieza por olas de la playa”, “paisaje interior” de seguridad y satisfacción).
- Ayuda a los demás a controlar su estrés...